Despiadadas

Usan los populares de Madrid como lema una traducción, no muy buena, de una frase de Margaret Thatcher: “Nuestro objetivo es permitir que la gente sienta que cuenta cada vez más.” Es cercano. Apela a la emoción. Parece humano. Llama a quedarse con la idea de que para los populares lo importante es la gente. Es afectivo y efectivo.

Reiteradamente pensé en ello los días que permane- cieron delegadas y delegados sindicales encerrados en la Consejería de Educación. Pedían ser escucha- dos. Representaban a cada uno de las personas que van a despedir. Protestaban por las miles de vidas que van a quedar truncadas por una cruel decisión política. Plantados en la mitad de la negociación. Quedaron allí. Esperando respuesta a sus propuestas. Sin comida, sin medicinas, sin mantas. Eso sí, con aire acondicio- nado, con cámaras y bajo estrecha vigilancia privada. Todo ello, por orden de la autoridad pertinente.

Tras recurrir al Juez para que permitiese el paso de ali- mentos. Tras vencer todos los impedimentos para que el SUMA reconociese el estado físico de los encerra-dos. Después de negociar la cantidad de comida permitida. Con un desalojo, de madrugada, acompañado de interpretación unilateral de una orden judicial. Con el sonido del silencio de llamadas sin contestar, de la autoridad correspondiente, a pesar de tratarse de una emergencia humanitaria. Con muchas palabras y lagri- mas de personas que tras el trabajo perderán su casa.

Una y otra vez volvía al lema popular: ¿Dónde está la clave? Léxico bien elegido. La gente, es masa no ciudadanía. Contar cada vez más es un sentimiento no un derecho. Y, por supuesto, son los populares de Madrid, que lo permiten o lo prohíben. Parece, a primera vista que mienten pero en realidad dicen cómo son y lo qué hacen a quien les quiera escuchar y no sólo oír.

Para estas autoridades autoritarias, la gente no tiene derechos ni libertades, ni se organiza, ni tiene sindi- catos, ni come, ni tiene trabajo, ni vive en una casa. Los lemas a costa de repetirlos impregnan, manchan, contaminan. Neolenguaje. Son maquillaje para dar rostro humano a personas despiadadas, que actúan con mano de hierro con las personas a la vez que se gastan el dinero de todos para que la gente sienta que importa.