¿Sin verano, pobreza?

Dicen los meteorólogos que este año no habrá verano. No sería la primera vez. Parece ser que allá por 1815 una baja actividad solar y la erupción del Tambora en Indonesia provocaron un invierno tan severo en el hemisferio norte  que escarchas, nevadas y hielos llegaron hasta el verano y acabaron con las cosechas. Consecuencia de todo ello fue que 1816, el año sin verano,  conocido también como el año de la pobreza. Sin alimentos que echarse a la boca, ni leña o carbón a las estufas, miles de campesinos y trabajadores murieron de hambre y de frio. John D. Post, historiador de la climatología, nombró lo ocurrido como la última crisis de supervivencia

 Las predicciones, casi 200 años después,  apuntan a que este año puede volver a ocurrir algo parecido. Un verano con picos de calor pero, en general,  frío y lluvioso. Aunque no se haya comentado nada sobre cosechas aún, la comparación resulta inevitable. ¿Sabemos cómo será este verano? ¿Habrá vacaciones, grandes viajes,  tapas y cañas en chiringuitos de playa, piscina, helado por la tarde paseando junto al mar o alrededor del estanque del parque, cine de verano, paseos en bicicleta o lectura de libros en una buena sombra? Pero sobre todo queremos saber si habrá comida en todas las mesas y si habrá combustible en todas las estufas cuando haya que encenderlas.

Lo que sabemos a ciencia cierta es que el verano pasado, casi la mitad de los hogares en España (44,5%) no se pudieron permitir ir de vacaciones fuera de casa al menos una semana. En comparación con años anteriores, una tendencia que va en aumento. Pero la situación es más grave que eso, la pobreza va más allá que el verano. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, del 2012, revelan que el porcentaje de hogares españoles que llega a fin de mes con «mucha dificultad» ya alcanza el 12,7 %. Como siempre, los más afectados por la escasez son los ciudadanos con menos formación y los niños. Casi una de cada tres personas con un nivel educativo equivalente a la educación primaria o inferior está en riesgo de pobreza, mientras que entre las que han alcanzado es la educación superior, el número se reduce a una de cada diez. Entre los menores de 16 años, un cuarto se sitúa por debajo del umbral de pobreza. 

Y sí. Por si las comparaciones históricas dejaban duda, los datos actuales hablan un lenguaje muy claro. Ajustes, recortes que dejan a las personas sin trabajo, sin salario, sin casa, sin comida, sin medicinas, sin becas, sin educación, sin derechos, sin libertades. Políticas de Austeridad que provocan dolor a mucha gente, miseria, hambre, exclusión y muerte. Esta crisis esta matando. Aumentan los suicidios, los fallecimientos directos e indirectos, las muertes lentas o rápidas. Y mientras que hace dos centenares de años,  del clima, de las catástrofes naturales, no se podía culpar a nadie, ahora hay responsables. Son los austericidas. Los que salvan a los bancos y hunden a las personas. Los que llamaron a la crisis financiera, crisis económica para convertirla en una crisis de supervivencia para la mayoría de la gente. Sí, puede que 2013 no tenga verano, lo que tendrá seguro es pobreza.